En la descripción de esa publicación, Bailey había explicado que mayo es el mes de concientización sobre la salud mental y que su objetivo era visibilizar la situación que atravesaban. Contó que Jeremy había intentado suicidarse por primera vez en 2009 y que desde entonces había reincidido en múltiples ocasiones.

Según relataba, el año anterior había sido especialmente difícil. “Jeremy no puede levantarse de la cama a menos que lo obliguen. Al no comer ni beber, Jeremy se está suicidando poco a poco”, escribió. También explicó que el negocio de jardinería y paisajismo que sostenía económicamente a la familia había dejado de generar ingresos.

En marzo, Bailey narró un episodio alarmante: una noche se despertó y encontró a Jeremy parado junto a la cama con un cuchillo en la mano. En esa ocasión logró convencerlo de que buscara atención psiquiátrica.

Fue su cuarto internamiento. También mencionó que las sesiones de terapia electroconvulsiva no habían logrado mejorar su estado, describiéndolo como “una sombra de sí mismo”.

En su mensaje al público, Bailey expresó con dolor: “No me queda orgullo. La enfermedad mental me está arrebatando a mi marido, y les ruego que abran los ojos y vean la realidad de la crisis de salud mental de esta sociedad”.

Pese a los intentos por contener la situación, Jeremy fue dado de alta del hospital la semana anterior a los asesinatos, para poder asistir a la graduación de su hijo Hudson, que iba a celebrarse el sábado, el mismo día en que las autoridades hallaron sin vida a los cuatro integrantes de la familia.

Bailey trabajaba como docente de educación especial en las Escuelas Públicas de Holdrege, que emitieron un comunicado lamentando profundamente lo sucedido: “Nuestra comunidad escolar de Holdrege está de luto tras un trágico suceso que nos ha afectado profundamente a todos. Acompañamos en el sentimiento a todos los afectados”.