Con el correr de los meses, la idea tomó forma: en agosto detalló que la obra demandaría una inversión de doscientos millones de dólares y abarcaría más de nueve mil pies cuadrados, utilizando una porción del Ala Este.

Tiempo después, y tras conseguir que un grupo de importantes compañías asumiera la totalidad del costo, Trump ordenó la demolición parcial de esa área histórica, una decisión que generó fuerte rechazo entre dirigentes demócratas.

Pese a las críticas, nada ha detenido su iniciativa. En una entrevista con Fox News, el presidente bromeó sobre la controversia y pidió confiar en que el nuevo espacio será “un salón para presumir”, atribuyéndose una trayectoria destacada en la construcción. “He construido muchos salones de baile en distintos edificios. En realidad, es mi mayor fortaleza. Podría dedicarme a eso”, comentó.

A continuación, defendió la necesidad de encarar la obra en el edificio levantado en 1792: explicó que el Ala Este había sufrido múltiples modificaciones a lo largo del tiempo y que ya no tenía relación con la estructura original.

“Era una imagen triste. Podría haber construido el salón de baile alrededor, pero no habría sido lo mismo. Estamos creando uno de los salones de baile más grandes del mundo”, afirmó.

La intención de Trump es cortar cintas meses antes de que concluya su segundo mandato.