Su carrera política se inició en 1968, cuando, siendo becario del Congreso, comenzó a trabajar junto al legislador Donald Rumsfeld, con quien forjaría una estrecha relación que lo catapultaría a los principales círculos de poder en Washington.

Durante su paso por la vicepresidencia, Cheney se convirtió en un férreo defensor de la llamada “guerra contra el terrorismo” y fue uno de los principales promotores de la invasión a Irak tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Con el paso del tiempo, sin embargo, se distanció del expresidente Donald Trump, especialmente luego de que su hija, Liz Cheney, criticara abiertamente los hechos ocurridos el 6 de enero de 2021 en el Capitolio y la negativa de Trump a aceptar su derrota electoral frente a Joe Biden.

En 2024, incluso, sorprendió al declarar públicamente su apoyo a Kamala Harris en la carrera presidencial, gesto que desató la furia del exmandatario.

A lo largo de su vida, Cheney enfrentó numerosos problemas cardíacos y fue sometido a un trasplante de corazón, aunque su salud nunca logró estabilizarse del todo.

Su familia confirmó la noticia mediante un comunicado en el que destacó su extensa trayectoria pública y su legado personal: “Durante décadas, Dick Cheney sirvió a nuestra nación, desempeñando cargos como jefe de gabinete de la Casa Blanca, congresista por Wyoming, secretario de Defensa y vicepresidente de los Estados Unidos. Fue un gran hombre que enseñó a su familia a amar al país y a vivir con valentía, honor y bondad. Nos sentimos profundamente agradecidos por haber compartido su vida y su ejemplo”.

El fallecimiento de Cheney marca el final de una era dentro del conservadurismo estadounidense, la de un político duro y polémico que, para muchos, moldeó la política exterior de Estados Unidos en los años posteriores al 11-S.